Journal of Multidisciplinary Studies in Human Rights & Science (JMSHRS)

Volume 6, Issue 5, July 2024  | SDGs: 4 | 10 | 16  |  17 |  #RethinkProcess

ORIGINAL SOURCE ON:  https://knowmadinstitut.org/journal/ 

DOI: 10.5281/zenodo.12683328

Volume 6, Issue 5, July 2024 | SDGs: 4  |  10  |  16  |  17  | DOI: 10.5281/zenodo.12683328

Una particular interpretación de la Historia de España

Juan José Morales Ruiz*

ES | Abstract: 

Los discursos de Franco están cargados de argumentos retóricos antiliberales, salpicados de anticomunismo, antisemitismo y antimasonería. Son muchos los ejemplos que pueden aducirse. En ellos expuso su particular interpretación de la historia de España, modelo retórico en el que se basarán posteriormente las tesis revisionistas. En este sentido, vamos a estudiar, como fuentes inspiradoras de las posiciones revisionistas del estudio de la historia contemporánea, algunos ejemplos en los que se reflejan su particular análisis de la historia de España que se basará en su tantas veces repetida teoría de la conspiración judeo-masónica-comunista.

Palabras Clave: Franco, historia de España, Guerra Civil Española, Crimenes de Guerra, represión de los masones españoles, estudios francmasónicos, ODS 4, ODS 10, ODS 16, ODS 17.

EN | Abstract:

Franco's speeches are loaded with anti-liberal rhetorical arguments, peppered with anti-communism, anti-Semitism, and anti-Masonry. Many examples can be given. In them, he presented his particular interpretation of the history of Spain, a rhetorical model on which the revisionist theses would later be based. In this sense, we will study, as inspiring sources of the revisionist positions in the study of contemporary history, some examples that reflect his particular analysis of the history of Spain, which will be based on his oft-repeated theory of the Jewish-masonic-communist conspiracy.

Keywords: Franco, History of Spain, Spanish Civil War, War Crimes, Repression of Spanish Freemasons, Masonic Studies, SDG 4, SDG 10, SDG 16, SDG 17.

UNA PARTICULAR VISIÓN DE LA HISTORIA DE ESPAÑA

Algunos ejemplos muy significativos de la particular visión franquista de la historia de España, se reflejan en numerosos discursos de Franco, pronunciados en diversas circunstancias, prácticamente hasta su fallecimiento el 20 de noviembre de 1975. En este sentido, podemos citar como fuente inspiradora de las posiciones revisionistas del estudio de la historia contemporánea algunos ejemplos.[1] Una muestra es este extracto del discurso de Franco pronunciado el 18 de julio de 1937, al cumplirse el primer año de la guerra civil española. En ellos se resumen algunos de los tópicos represivos franquistas repetidos hasta la saciedad durante la guerra y, posteriormente, durante el franquismo, hasta la muerte del dictador[2]:

La España Imperial, la que engendró naciones y dio leyes al mundo, parecía sucumbir en el alborear de julio de 1936, cuando adueñados los resortes del Poder por las fuerzas ocultas de la revolución, no se presentaba otro horizonte que el intensamente trágico de asistir a la destrucción del más incalculable de los tesoros: el de los valores espirituales de un pueblo.

Leyes constantemente mancilladas, negación del honor, insultos a la Patria, apología de todos los delitos, desmembración y desfile de territorios, injurias al Ejército en solemnidades y desfiles, quema de conventos y de templos, asesinatos de empresarios, partidas rojas que cobran impuestos en carreteras y caminos, poderes extranjeros presidiendo los destinos de España, explotación, ruina de las clases obreras, instigándolas a la desesperación y al crimen, carencia absoluta de honradez y sensibilidad, entronamiento del «estraperlo» en las Diputaciones y Alcaldías, como reflejo de una administración escandalosa, organización de milicias para la ejecución de la revolución roja, repartos clandestinos de armas dirigidos por el Gobierno, lenta supresión de los mandos militares a los insurgentes de la revolución del 34 ( ...)

Tal era en síntesis el cuadro social y político que España ofrecía desgarradoramente, ya que el pueblo, mirando a su Ejército, culpábalo de pasividad, pareciendo no tener eco aquellas exclamaciones tan llenas de dolor como reveladoras del orgullo de un pueblo que no se resigna a sucumbir: ¡Hay que salvar a España¡, se decía; ¡es preferible morir con honor que contemplar la destrucción de nuestra Patria (...).

En la madrugada del 13 de julio sale del Ministerio de la Gobernación una camioneta que ocupan agentes de la autoridad, con la que, llegada a la calle Velázquez, aquellos arrancan de su hogar a un señalado patriota (José Calvo Sotelo), al que dan muerte, y cuyo cadáver abandonan en un cementerio. Este crimen de Estado conmovió a España; no cabían las sumisiones, acatamientos ni esperanzas. La revolución comunista, fomentada desde las alturas del Poder, había estallado, y el Ejército, haciéndose intérprete del sentir de todos los españoles honrados, en cumplimiento de un sagrado deber para Dios y para España, decidió lanzarse a su salvación (...) Unas semanas, unos días más tarde, todo hubiera sido inútil ante el avasallador ímpetu de un comunista triunfante.

En la tarde del 17 de julio, cuando se encontraban próximos a su encarcelamiento, los oficiales de Melilla, se revuelven, y como un solo hombre anuncian a las guarniciones restantes la salvación de España. El Ejército, secundado por el pueblo y las milicias, se alzó contra un Gobierno anticonstitucional, tiránico y fraudulento, y cumpliendo lo que perpetúan nuestra ley constitutiva castrense, se erige en defensor de la Patria, defendiéndola de sus enemigos exteriores e interiores (...)

Las logias, entonces pujantes, llaman a sus afiliados, y es Martínez Barrio, el Gran Oriente, quien consuma la traición. Se apela a los jefes militares masones, a los tibios vacilantes, se da la razón al Ejército y a su conducta patriótica, se les pone Gobierno de orden, se les instiga a retirar las tropas a los cuarteles, y cuando algunos jefes, con candidez punible, se dejan convencer, son también víctimas de las turbas de criminales que el Gobierno había armado.

El Gobierno del Frente Popular abre las cárceles, entrega las armas de los parques militares a los asesinos y ladrones, excita sus bajos instintos e impulsa al crimen y al saqueo. Y en tal forma un Gobierno, llamándose legal, entregó a España a la más terrible de las revoluciones que registra la Historia. Epopeya gloriosa la del paso de las fuerzas por los aires, la reconquista de Andalucía, el asalto a Badajoz, la conquista heroica de la imperial Toledo, la liberación de Oviedo, la mártir; la victoria de Mallorca, la invencible. La toma de Málaga y, más tarde, de Bilbao, son etapas de gloria. Al levantamiento de las instituciones armadas sucede la superioridad en el aire, en la tierra y en el mar; he aquí el balance de un año.

Teoría Franquista De La Conspiración “Antiespañola”

Será en el discurso del 18 de julio de 1938, donde Franco ofrecerá su peculiar condena del último tercio del siglo XIX, «un siglo de añejas y decadentes costumbres, de régimen de partidos, de esfuerzos baldíos, de irresponsabilidades políticas y de luchas intestinas, que estimulaban la división y el fraccionamiento de la patria». Su particular análisis de la reciente historia de España se basará en su tantas veces repetida teoría de la conspiración judeo-masónica-comunista.[3] Entre otras cosas el Caudillo dirá:

Al celebrar en este día la conmemoración del Alzamiento Nacional no glorificamos sólo un hecho que interesa a la vida de España. Se trata de una fase de la Historia del Mundo que corona el proceso de la revolución bolchevique, que, teniendo por escenario nuestro solar, en la que nos corresponde el paladinaje de una fe, una civilización y una cultura, gravemente amenazadas por los principios rojo-comunistas. Los episodios de nuestra guerra son continuación de aquellos sangrientos sucesos revolucionarios de 1934, que se caracterizaron en Asturias por el desenfreno libertario y en Cataluña por la tentativa, clara y terminante, de una secesión. Ambas muestras constituyen la demostración más palmaria de los propósitos en que habían de inspirarse los que integraron más tarde el tan fatídico Frente Popular español (...)

Mientras esto sucede a la luz pública, los conciliábulos secretos acuerdan cuanto de satánico y criminal debe escapar a la vigilante atención de los informadores extranjeros. Así se prepara la más grande ofensiva que registra la Historia, contra la soberanía y régimen de los demás países, explotando un liberalismo caduco que permite, en las más fuertes naciones, que un grupo de desalmados pueda traicionar a su Patria hasta convertirse en servidor del Komintern ruso, laborando en perjuicio de su país y en favor del imperialismo rojo, del transitoriamente se aprovecha.

La nueva táctica tuvo éxitos sin precedentes en nuestra nación; y los que en 1934 fracasaron en sus intentos de adueñarse del poder público mediante una sangrienta insurrección armada, lograron pacíficamente, en febrero de 1936, ocupar los resortes del Gobierno, ofreciendo a Rusia la bolchevización de España (...)

Nada pueden esperar los rojos de la lucha en el frente, cien veces derrotados. Por ello en su desesperación y su quimera pretenden hacer blanco de sus tiros a los que creen puntos débiles de nuestra retaguardia, explotando la caballerosidad que preside en el Gobierno de nuestros pueblos y ciudades. Órdenes de infiltración en nuestras organizaciones, viles consignas para nuestra retaguardia, halago de pasiones, hábil captación de ambiciones bastardas, todas las maquinaciones de una propaganda sutil, se estrellan ante la recia raigambre de nuestro Movimiento y el buen sentido de las masas populares. Esta conducta de los enemigos de la unidad de la grandeza de España no desaparecerá con la guerra, antes, al contrario, es su medio la paz, en que consideran su trabajo menos peligroso y más provechosas las ocasiones de debilidad y concupiscencias. Por ello tiene que ser mayor nuestra vigilancia y el cuidado de la pureza de nuestro credo. (...)

Y Franco aprovecha para redoblar sus ataques contra el liberalismo y la democracia:

Al sistema de apetitos y clientelas políticas, opone el Movimiento Nacional el desinterés y la austeridad de sus miembros; a la irresponsabilidad política de los partidos liberales, sucede la unidad de nuestra Cruzada, orgánicamente constituida; a un Estado neutro y sin ideales le sustituye el misional y totalitario, que orienta al pueblo, señalándole el camino, por el que le conduce, sin vacilaciones ni retrocesos, y no como la masa informe, de que son representantes las manifestaciones liberales, que tienen mucho de zoco, de embarullada romería, en las que multiplicándose las direcciones se para y se tropieza (...)

Y si algunos, al servicio encubierto de los enemigos de la unidad y grandeza de España, o infiltrados de virus liberal, murmuran que esto no es nacional o que es pagano, les ofrecemos la ejecutoria del Estado español de nuestros siglos de oro, con su carácter misional y su cadena de ideales, que fueron la base de su imperio, el cual cae y se derrumba cuando se pierden las sublimes aspiraciones, cuando el Estado se vuelve indiferente, y cuando a la cabeza pensante del Caudillo, suceden las asambleas deliberantes de hombres sin responsabilidad, en que el extranjerismo se adueña de España, y es causa de nuestra decadencia (...)

Por ello, a los que perseveren en los vicios del viejo sistema les apartaremos: que la España «unida y en orden», la que tuvo el yugo y las flechas por emblema, la de un Caudillo responsable y carácter misional, es la España grande de nuestras tradiciones de características netamente españolas, que hoy adoptan los pueblos que cuidan de su futuro imperial (...) Hay que soldar al pueblo, dividido por los partidos; hay que unir medio siglo de separaciones; hay que borrar los prejuicios de la lucha de clases; hay que hacer una justicia; hay que educar a un pueblo y separar a nuestras juventudes de resabios liberales; hay que elevar los principios del Movimiento, tan contrarios a los que le rodearon en su adolescencia, y por ello, para salvar a España, tenemos que poner mano dura sobre los desvíos de la juventud, si alguien se apartase de la Línea marcada (...) Del viejo Estado sólo habrán de salvarse sus valores, sus fuentes de energía y sus virtudes de raza (...)

El espíritu de crítica y de reserva es cosa liberal, que no tiene arraigo en el campo de nuestro Movimiento, y os repito, una vez más, que su tónica es militar y monástica, y a la disciplina y patriotismo de aquélla ha de unirse la fe y el fervor del religioso (...)

En esta misma dirección, nos fijaremos en dos discursos de Franco, pronunciados el 19 de mayo de 1939, con ocasión del «Desfile de la Victoria». El Caudillo recibió la Cruz Laureada de San Fernando, y notablemente emocionado, entre lágrimas, Franco explicará a sus compañeros las claves programáticas de lo que quiere que sea su gobierno. Y de nuevo hará un ajuste de cuentas con el reciente pasado histórico de nuestro país.[4]

Hemos hecho un alto en la batalla – les dice –, pero solamente un alto en la batalla; no hemos acabado nuestra empresa. No hemos hecho la revolución. No se ha derramado la sangre de nuestros muertos para volver a los tiempos decadentes del pasado. No queremos volver a los tiempos blanduzcos que nos trajeron los tristes días de Cuba y Filipinas. No queremos volver al siglo XIX. Hemos derramado la sangre de nuestros muertos para hacer una Nación y para forjar un Imperio (...)

Hemos de forjar la Unidad de España, una España mejor, plena de grandeza y de contenido político; hemos de hacer política, señores. Mucha política. Y digo política llenándoseme el corazón con la palabra. No la política mala de los tiempos del siglo XIX. No la política liberal, que enfrentaba al hermano con el hermano. No la política de división de nuestras clases, que despertó vuestro desprecio y justamente os encastilló en los cuarteles, sino la política de Unidad de España. Pues habéis de saber que esos Siglos de Oro de nuestra Historia, esos siglos que miramos como cimiento y fundamento de la Nación española, los siglos en que Isabel y Fernando llevaban sus pendones por España, eran hermanos del que ahora alumbramos (...) No queremos la vida fácil y cómoda. Queremos la vida dura, la vida difícil, la vida de los pueblos viriles (...)

Unas horas después lanzará sus dardos contra «los enemigos de España», en el discurso que pronunció a través de los micrófonos de Radio Nacional al finalizar el inacabable «Desfile de la Victoria», haciendo un claro alarde de su ideología antisemita[5]:

Yo no puedo ocultaros en este día – declara –, los peligros que todavía acechan a nuestra Patria. Terminó el frente de la guerra, pero sigue la lucha en otro campo. La Victoria se malograría si no continuásemos con la tensión y la inquietud de los días heroicos, si dejásemos en libertad de acción a los eternos disidentes, a los rencorosos, a los egoístas, a los defensores de una economía liberal que facilitaba la explotación de los débiles por los mejor dotados.

No nos hagamos ilusiones: el espíritu judaico que permitía la alianza del gran capital con el marxismo, que sabe tanto de pactos con la revolución antiespañola, no se extirpa en un día, y aletea en el fondo de muchas conciencias. Mucha ha sido la sangre derramada y mucho ha costado a las madres españolas nuestra Santa Cruzada para que permitamos que la Victoria pueda malograrse por los agentes extranjeros infiltrados en las Empresas o por el torpe murmurar de gentes mezquinas y sin horizontes (...) Para esta gran etapa de reconstrucción de España necesitamos que nadie piense volver a la normalidad anterior; nuestra normalidad no son los casinos ni los pequeños grupos, ni los afanes parciales. Nuestra normalidad es el trabajo abnegado y duro de cada día para hacer una Patria nueva y grande de verdad (...)

Acabaron, pues, los días fáciles y frívolos, en que sólo se vivía para el presente; nosotros viviremos para el mañana; no es una frase hueca y sin contenido la de nuestro Imperio, a él vamos; pero sólo lo lograremos con renunciaciones, con sacrificio, con austeridad y con disciplina.

El Discurso De 31 De Diciembre De 1939.

Franco aprovechó siempre las fiestas de fin de año para dirigirse a los españoles, recordar a los Caídos por Dios y por España y lanzar sus monótonas proclamas contra los enemigos de España. Sus discursos eran interminables y bastante incomprensibles dado el peculiar tono de voz del Caudillo. En esta ocasión se trata del primer discurso, acabada la guerra. Fue leído a las 10:30 de la noche del día 31 de diciembre de 1939, a través de los micrófonos de RNE.[6] Franco volvió a recordar la guerra civil, aprovechando la ocasión para culpabilizar al bando vencido de la destrucción del país, y de la gravísima situación económica. A nosotros nos interesa este discurso porque refleja muy bien su particular ejercicio de memoria y su capacidad de manipulación de la historia de España, como vamos a comprobar a continuación: 

La guerra de liberación ha planteado a España problemas de magnitud sin precedente; ingentes destrucciones materiales, valores espirituales aniquilados, un sistemático despojo de bienes económicos públicos y privados y una unidad amenazada por los residuos de un sistema político, con sus grupos y sus banderías. La derrota de los marxistas había forzosamente de dejar en el cuerpo nacional fermentos de disolución y rebeldía entre esa masa de enemigos vencidos, de cuya moralidad y patriotismo es exponente aquel acaudalado, cabecilla marxista, que públicamente patrocinó el abandono a los nacionales de una Patria, despojada y en ruinas.

Un imperativo de justicia impone, por otra parte, no dejar sin sanción los horrendos asesinatos cometidos, cuyo número rebasa de cien mil; como sin corrección a quienes, sin ser ejecutores materiales, armaron los brazos e instigaron al crimen, creándosenos, así, el deber de enfrentarnos con el problema de una elevada población penal, ligada con vínculos familiares a un gran sector de nuestra nación (...) La guerra, con sus inseparables consecuencias, fue el único camino de redención que a España se ofrecía, si o quería sumirse, por siglos, en el abismo de barbarie y de anarquía en que hoy desgraciadamente, se debaten otros pueblos mártires del noroeste europeo. La guerra ha causado en todos los tiempos un estado de depresión en la vida económica, a la que no se han substraído ni las naciones más fuertes y poderosas. Así, España, que sufrió con ella la más terrible de las revoluciones conocidas, tiene hoy que pasar por un periodo de escasez y de limitaciones, en el que la mala fe de los enemigos en cubiertos, encuentra campo favorable para sus enredos.

Las batallas de la paz

Yo vengo previniendo a los buenos españoles, desde el día mismo de la Victoria, que se preparen para estas batallas de la paz, mediten todos, cuáles son sus deberes hacía un Estado que tantos dolores ha costado crear y cierren sus filas contra el enemigo. Es necesario salir al paso de la insidia y la calumnia; cerrar la boca de los difamadores. El árbol se conoce por sus frutos, y donde hay un murmurador, un sembrador de alarmas o de insidias, hay siempre un traidor. ¡En guardia todos los españoles! ¡Alerta la Falange! ¡Qué puesto de honor le corresponde en esta lucha!

No por pequeños hemos de despreciar a nuestros enemigos. A nadie se oculta que vivimos los momentos políticos más interesantes de muestra historia, y en ellos han de unirse para el ataque los enemigos internos de nuestra nación, con la eterna anti-España, entre los que destacan esos pequeños grupos de cretinos que pasean su miseria física y moral, alternando las tertulias frívolas con los lugares de crápula, para verter en ellos las consignas que del extranjero les remiten, y que no vacilan en buscar ambiente hasta en aquellos sectores de población afectados por el área penitenciaría, intentando echar sobre el régimen que parecen patrocinar el baldón de hermanarlo con una monstruosa impunidad para los crímenes de nuestros hermanos (…) es necesario que las conozcáis, para que os deis cuenta de la magnitud del caso, que las vandálicas destrucciones rojas, con el robo y desaparición del tesoro español y de tantos bienes nacionales, con ser tan graves, no encerrarían tanto daño si nuestra economía anterior hubiera sido fuerte y no sufriésemos las consecuencias de varios lustros de abandono.

Los daños causados por los rojos y por la guerra.

Si a esta situación unimos la destrucción sistemática llevada a cabo por los rojos de la cabaña nacional, casi desaparecida casi del territorio que dominaron; la falta de siembra de la zona ocupada, que obligaba a España entera a vivir de las previsiones y cosechas del territorio en poder de los nacionales; la desaparición de los depósitos de materias primas, valorados en muchos centenares de millones de divisas; la voladura sistemática de todos los puentes del área a que afectó la guerra, que se elevan al número de varios millares, muchos de los cuales han sido la ilusión de muchas generaciones, la desaparición de una gran parte del material ferroviario, reducido a chatarra en muchos de los casos, la huida por la frontera pirenaica de todo el material automóvil de la región catalana, del que sólo recuperamos en estado lastimoso, una mísera parte; el robo y entrega a Rusia de una parte importante de nuestra flota mercante, que asciende a 48.000 toneladas, en poder todavía de los bolcheviques; los barcos perdidos en los puertos que fueron rojos, de los que en ocho meses llevamos salvados más de 48.000 toneladas, con un valor actual de 200 millones, obra admirable de nuestra Comisión de Salvamento; ¿puede alguien, en esta situación, extrañarse de que pueda escasear algún día el pan o faltar la leche o que los transportes no funcionen con la regularidad de los tiempos normales? (…)

La nueva España no puede aceptar el tipo de comerciante o productor desaprensivo que especula con la miseria ajena (…) Yo invito a los comerciantes honrados a reducir a este sector de tenderos desaprensivos que, explotando la escasez y especulando con los artículos, crean en la sociedad un ambiente desfavorable hacia el comercio, con daño inmediato de sus propios intereses, pues perturbando el restablecimiento de la normalidad y ocasionando un gran desequilibrio en el presupuesto de las clases modestas, acentúan su miseria y retrasan el progreso económico de la nación, del cual el comercio es el principal beneficiario.

Ahora comprenderéis los motivos que han llevado a distintas naciones a combatir y a alejar de sus actividades a aquellas razas en que la codicia y el interés son el estigma que les caracteriza, ya que su predominio en la sociedad es causa de perturbación y de peligro para el logro de su destino histórico. Nosotros, que, por la gracia de Dios y la clara visión de los Reyes Católicos, hace siglos nos liberamos de tan pesada carga, no podemos permanecer indiferentes ante esta nueva floración de espíritus codiciosos y egoístas, tan apegados a los bienes terrenos, que con más gusto sacrifican los hijos que sus turbios intereses. Tienen que convencerse todos que no cabe trabajo serio ni progreso económico, sin la estabilidad de precios; y en la batalla para lograrlo yo espero la colaboración de todos los españoles, que deben ayudarnos con su valor cívico en la corrección inexorable de cuantos intenten comerciar con la miseria ajena (…)

Los agentes de la anti-España

Esta Revolución que tantos quieren, y que ha de ser la base de nuestro progreso, tiene poderosos enemigos; los mismos que a través de los años fueron labrando nuestra decadencia; es la triste herencia del siglo liberal, cuyos restos intentan en la oscuridad revivir y propagarse, fomentados por los eternos agentes de la anti-España.

Son los que bajo Carlos III introdujeron en nuestra nación la Masonería a caballo de la Enciclopedia; los afrancesados, cuando la invasión napoleónica; los que con Riego dieron el golpe de gracia a nuestro Imperio de ultramar; los que rodeaban a la Reina gobernadora, cuando decretaba la extinción de las Órdenes religiosas y la expoliación de sus bienes, bajo la inspiración del judío Mendizábal; los que en el 98 firmaron el torpe tratado de París, que a la pérdida de nuestras Antillas unía graciosamente nuestro archipiélago filipino, a muchas millas del teatro de la guerra; los que en un siglo escaso hicieron sucumbir al más grandioso de los Imperios, bajo el signo de la monarquía liberal y parlamentaria; los mismos que en nuestra Cruzada, sirviendo intereses extraños, lanzaban las consignas de mediación y en nuestra retaguardia intentaron verter el descontento.

Esta es la ejecutoria de una época y el estigma de un sistema, que tiene que grabarse en el ánimo de los españoles. Viven todavía las generaciones que al correr de estos últimos años sufrieron sus consecuencias con las miserias y la limitación de horizonte de la vida española, en la que sólo el breve paréntesis de mando del general Primo de Rivera pone en el panorama albores de esperanza, pero los mismos que en la vida contemporánea habían sido autores de nuestra decadencia, se encargaron de derribarle, con sus intrigas, y de que se perdiera la coyuntura que España tuvo para su renacimiento.

¿No veis en nuestros días análogos designios? ¿No os apercibís cómo insidiosa y malévolamente se intentan sembrar dudas y fomentar desconfianzas dentro y fuera, contra nuestro Movimiento, al tiempo que se lanzan especies de anacrónicas dictaduras militares o de restauración de viejos poderes, intentando hacer ambiente al sistema bicéfalo que esterilizó la obra y facilitó la caída del general Primo de Rivera? ¿No os apercibís cómo quisieran convertir nuestra Revolución en paréntesis que, traicionando los sacrificios hechos, les permitiera volver al tinglado de la farsa política, para siempre caída? ¿Creen los autores de esas especies que España sigue siendo un país de siervos, en el que unas murmuraciones de café o el propósito de unos logreros pueden torcer el rumbo de una Revolución histórica por la que han muerto tantos de los mejores, sin que los que tantísimo sacrificaron defendieran con uñas y con dientes esta herencia sagrada?

Nada ni nadie puede torcer nuestro camino, que el tesón que pusimos en las duras batallas de la guerra hemos de superar en las que impongan la realización de nuestra Revolución, nacional (...)

Es preciso liquidar los odios y las pasiones de nuestra pasada guerra, pero no al estilo liberal con sus monstruosas y suicidas amnistías, que encierran más de estafa que de perdón; sino con la redención de la pena por el trabajo, con el arrepentimiento y con la penitencia; quién otra cosa piensa, o peca de inconsciencia o de traición. Son tantos los daños ocasionados a la Patria, tan graves los estragos causados en las familias y en la moral, tantas las víctimas que demandan justicia, que ningún español honrado, ningún ser consciente, puede apartarse de estos penosos deberes.

Pero una cosa es la justicia y otra es la pasión; la justicia ha de ser serena y generosa. No debe rebasar los límites que la corrección demanda y la ejemplaridad exige, y esto es incompatible con la satisfacción en el castigo ajeno, con el rencor y el odio, con el encono hacía los vencidos, que, si no lo admite la caridad cristiana, lo repugna también un imperativo patriótico (…) Así lo sentimos y lo anunciamos cuando salían nuestros voluntarios para los frentes, así lo afirmamos sobre la sangre caliente de nuestros Caídos y así lo exige el sentido profundamente católico de nuestro Movimiento.

Los enemigos de Franco

Y durante la dictadura, aunque con variable intensidad, Franco combinará su retórica antimasónica y comunista, con acciones represivas de una dureza implacable, dirigidas contra «los rojos», a los que considera como «los enemigos permanentes de España», teniendo en cuenta que, en este término, se engloban, tanto a los republicanos, como a los comunistas, anarquistas, judíos, masones, protestantes, ateos, liberales, y a todos aquellos ciudadanos que pudieran llevar algún tipo de vida simplemente distinto. La simple existencia de estos «enemigos» era incompatible con la España tradicional –católica, rural, patriótica y de derechas–, en la que se sustentó la dictadura franquista. El franquismo se vio en la necesidad de improvisar una ideología que aglutinara a los diferentes grupos políticos que componían el bando rebelde, y cuyo rasgo dominante sería la «exaltación» de la Victoria, y la justificación de la Cruzada (nunca se denominó guerra civil).

Un largo recorrido por la Historia de España

El Generalísimo volvió repetidamente con la misma cantinela unos años más tarde, en las Cortes Españolas, el 3 de junio de 1961. Se trataba del discurso de apertura de la VII Legislatura de las Cortes españolas. Franco pretendió demostrar la legitimidad de la dictadura haciendo un largo recorrido por la Historia de España y volviendo a recordar el 18 de Julio de 1936 y la “Cruzada” y la “Victoria”:

La grandeza de la Cruzada, que sólo gentes de cortos alcances no han sabido ver, está en haber conseguido la activa y mutua participación de todos los buenos españoles, sin distinción de matices, en la epopeya más gloriosa de nuestra Historia, con un heroísmo, una generosidad y una vibración patriótica que jamás se olvidarán. Una nación en pie de guerra es un referéndum inapelable, un voto que no se puede comprar, una adhesión que se rubrica con la ofrenda de la propia vida. Por eso yo creo que jamás hubo en la Historia de España un Estado más legítimo, más popular y más representativo que el que empezamos a forjar hace casi un cuarto de siglo. (…)

De acuerdo con nuestros destinos históricos, el 18 de julio de 1936 volvimos a ser protagonistas de una empresa de trascendencia supranacional. Sobre nuestro suelo comenzó entonces la gran contienda para salvar los valores fundamentales de la civilización cristiana. A ello nos entregamos dispuestos a quemar hasta la propia existencia por la causa indeclinable de la fe, del derecho y de las libertades reales, frente a la negación que, de la verdadera libertad, de la ley y de la moral suponía la concepción materialista de la vida y de la historia, tan connatural del capitalismo liberal como de su última y legítima consecuencia, el marxismo, hoy imperante en la mayoría de los lugares al servicio del imperialismo paneslavista soviético.

Por eso resulta un atentado contra la razón y la realidad cualquier interpretación, sea militar, jurídica, filosófica o literaria, que pretenda encuadrar nuestra guerra dentro de los límites clásicos y angostos de las simples guerras civiles. Estaba en juego el ser o no ser de España, la sustancia de la tradición y el futuro cristiano de uno de los pueblos más nobles del Viejo Continente, y algo igualmente decisivo para la estirpe europea, por lo que lógicamente no podían sentirse indiferentes el resto de los países.

De ahí que la profundidad, dimensiones y significación de nuestra Guerra de Liberación rebasara desde la primera hora el área territorial española, y que, por sus motivaciones más radicales, por su contenido religioso y signo espiritual, por la voluntad explícita de servicio militante a lo que es y representa en lo universal la Cristiandad, fuera autorizadamente definida como Cruzada, la guerra justa por excelencia.

A la altura de este cuarto de siglo transcurrido desde 1936, período el más dramático de la edad contemporánea, se nos presenta como una evidencia avasalladora, tanto si se analizan sus orígenes y resultados desde el ángulo español como si se le considera a escala internacional. Sin nuestra Victoria, España entera sería comunista, y la Península Ibérica hubiera constituido en los últimos cinco lustros el factor más eficaz y estimulante para la proyección del comunismo sobre Hispanoamérica y la base de lanzamiento del marxismo internacional sobre el Continente africano, como consta documentalmente en los textos del Komintern sobre las sucesivas fases previstas para la. expansión del comunismo ruso, que al ser derrotado en España se vio forzado a revisar sus bases logísticas y sus esquemas operativos (…)

Nosotros sabíamos de antemano que el precio de nuestra Victoria, de la que no dudamos ni aun en los trances más difíciles, estaba incluida la ofensiva permanente y sin cuartel del comunismo internacional, y aun la de otros cuya salvación sigue siendo posible precisamente por el holocausto de nuestros mártires y caídos.

Es ciertamente la incomprensión de estos otros lo que hiere más profundamente la sensibilidad del pueblo español; pero nunca esta incomprensión será estimada por nosotros como razón suficiente para encerramos exclusivamente en la defensa numantina de nuestra fecunda paz interior, asistiendo impávidos a la lucha planteada a lo largo y a lo ancho del planeta, y en la que está sobre el tapete la dignidad y la libertad de los hombres y de los pueblos cristianos (…)

Continuidad y estabilidad política

Ved ahora por qué afirmábamos que el Régimen nacido de la Cruzada entró desde su aparición en el ancho campo de la Historia. Estar en ella es hacerla día a día, viviendo con rectoría de aciertos y con ejemplaridad en la conducta. Frente a los añorantes, somos de nuestro tiempo; frente a los iconoclastas y desarraigados, somos continuadores de la tradición operante; frente a los mercaderes de la política, somos servidores de los ideales; frente al intelectualismo crítico y estéril, somos realizadores; frente a los escépticos, somos creyentes; frente a los pragmáticos sin principios, somos leales a una doctrina; frente al anacronismo liberal, somos actuales.

Nuestra meta es hacer posible con el ejemplo y con las previsiones institucionales indispensables la continuidad y la estabilidad políticas a largo plazo, que permitan la acumulación del esfuerzo de las generaciones y la prosperidad y la paz, necesarias a la fortaleza de la Patria. ¡Arriba España!

Los demonios familiares

Otro ejemplo claro del constante recurso de Franco a evocar el pasado de manera que le beneficiara, es este discurso pronunciado el 22 de noviembre de 1966 en las Cortes:

Parece ocasión oportuna la del trigésimo aniversario para recapitular sobre lo hecho, examinar lo conseguido y meditar sobre el porvenir (...) Treinta años constituyen un largo período en cualquier coyuntura histórica, pero, de modo muy especial, en los tiempos que nos ha tocado vivir. En esta generación se han producido, en efecto, cambios que en otras épocas de menos dinamismo revolucionario hubieran requerido siglos.

En estos años decisivos se ha alterado el equilibrio mundial, se han transformado las estructuras internacionales, el mundo ha conocido una revolución científica y técnica sin precedentes, han variado los supuestos ideológicos y culturales, y la Humanidad aspira a nuevas fórmulas económicas, sociales y políticas. Si miramos a nuestra nación, las transformaciones no han sido menores: terminada nuestra Cruzada, sufrimos los asedios y amenazas de la gran contienda universal; varias veces los peligros de la guerra llamaron a nuestras puertas con fuertes aldabonazos, pero sin que las cancelas de nuestro solar se abriesen a presiones de unos y otros.

Dios quiso darnos la fuerza necesaria, la clarividencia precisa, para que tal cosa sucediera así, en beneficio de nuestro pueblo, dedicado a la honrosa tarea de reconstruir su hogar destrozado, hasta elevarlo a una altura en que no había estado desde tiempos casi infinitos.

Durante estos treinta años he consagrado toda mi voluntad, todo mi quehacer y todas mis energías a la causa de España. Y era tan grande la distancia que separaba el punto de partida de las metas impuestas, que sólo la fe y la ayuda de Dios me dieron fuerzas para aceptar la alta y grave responsabilidad de gobernar al pueblo español. Convencido de que quien adquiere esta responsabilidad en ningún momento puede acogerse al relevo ni al descanso; antes, al contrario, ha de consumirse en la conclusión de la empresa comenzada, en la mejora del sistema elegido y en la terminación de la tarea para la que fue llamado por quienes se levantaron para salvar a la Patria, y que viene siendo ratificado ante el mundo por la voz y la adhesión de nuestro pueblo durante treinta años (...)

¿Cómo era España antes de nuestra Cruzada? Una pobre nación venida a menos, ¡a tanto menos! Un noble país al que siglos de decadencia y de servidumbre, siempre a remolque de intereses ajenos, había sumido en la más amarga decepción. El pueblo español, tan rico en virtudes, había llegado a perder la fe en sí mismo y se había refugiado sufridamente en la resignación de los que nada esperan, sin que lograran sacarle de ella voces ni actitudes gallardas, surgidas esporádicamente aquí o allá. La España de 1936, regida por una República en la que nadie creía, sino como puente de transición hacia el caos o hacia la dictadura comunista, era una España en trance de agonía (…)

Recuerden los españoles que a cada pueblo le rondan siempre sus demonios familiares, que son diferentes para cada uno. Los de España se llaman: espíritu anárquico, crítica negativa, insolidaridad entre los hombres, extremismo y enemistad mutua. Cualquier sistema político que lleve en su seno el fomento de esos defectos, la liberación de esos demonios familiares españoles, dará al traste, a la larga o a la corta, mucho más probablemente a la corta que a la larga, con todo progreso material y con todo mejoramiento de la vida de nuestros compatriotas (...) Correspondiendo a la confianza que tantas veces y de un modo tan eficaz me habéis confirmado, he dedicado mi vida entera a servir y hacer posible un orden político de unidad, de autoridad, de justicia y de progreso (…)

Discurso de Franco con motivo del Referéndum de 1966

El 12 de diciembre de 1966 solicitó a los españoles que votaran “SI” en el Referéndum Nacional que se celebró el 14 de diciembre, dos días después de su discurso, repasando la etapa de los 27 años de paz, transcurrida desde el final de la guerra civil. Y entre otras cosas dijo[7]:

Todos me conocéis. Los más viejos, desde los tiempos de África, cuando luchábamos por la pacificación de Marruecos; los ya maduros, cuando, en medio de los desastres en la segunda República, pusisteis en mi persona la esperanza de la Capitanía para la defensa de la paz civil amenazada; los combatientes de la Cruzada, porque no podrán olvidar las horas emocionadas de esfuerzos comunes para la victoria sobre el comunismo; los que sufrieron bajo el yugo de la dominación roja, porque siempre evocarán la alegría infinita de la liberación; los que desde entonces seguís leales a mi Capitanía, porque sois parte de aquélla victoria sobre todas las conjuras y cercos que a España se tendieron; los que habéis vivido la paz incomparable de estos veintisiete años, animando a nuestro pueblo con vuestros cantos de fe y de esperanza, porque todos sabéis de sobra cómo he venido cumpliendo siempre mi palabra.

Nunca me movió la ambición de mando. Desde muy joven echaron sobre mis hombros responsabilidades superiores a mi edad y a mi empleo. Hubiera deseado disfrutar de la vida como tantos españoles; pero el servicio de la Patria embargó mis horas y ocupó mi vida. Llevo treinta años gobernando la nave del Estado, librando a la Nación de los temporales del mundo actual; pero, pese a todo aquí permanezco al pie del cañón, con el mismo espíritu de servicio de mis años mozos, empleando lo que me quede de vida útil en vuestro servicio.

¿Es mucho exigir el que yo os pida, a mi vez, vuestro respaldo a las leyes que en vuestro exclusivo beneficio y en el de la Nación van a someterse a Referéndum? He querido recordaros en estas últimas horas el alcance exacto de la pregunta que vais a contestar, porque creo que es una ocasión única para que vuestra ciudadanía dé un ejemplo al mundo, una lección a las generaciones venideras; que constituya un capital político de una riqueza imponente. Españoles: Vuestro Sí en esta ocasión es el más dinámico, trascendente y eficaz.  ¡Viva España! y ¡Arriba España!

El Futuro Está Asegurado

Es lógico que, a medida que Franco se hacía más mayor,[8] pensara lo que podría pasar “el día de mañana”. Y esta preocupación también la tenía su entorno, y sus partidarios, sobre todo porque la salud del dictador flaqueaba, y Franco ya no era el hombre que había sido. Aunque siempre se decía que Franco había tenido una “salud de hierro”, la verdad es que había tenido tres accidentes de gravedad -aparentemente sin secuelas- y hubo de pasar por el quirófano.

Fue herido en la batalla de El Biutz: ocurrió entre el 28 y el 29 de junio de 1916 cerca de Ceuta. Franco, tenía 23 años. Era capitán del Segundo Tabor de Regulares (tropas indígenas) que siempre combatían en las posiciones más peligrosas. Años más tarde, en 1935, en Salamanca, el vehículo en el que viajaban Franco y su mujer arrolló a dos ciclistas y volcó.

En el accidente falleció un ciclista, y doña Carmen y el conductor resultaron heridos. Franco salió ileso. El día de Nochebuena de 1961, cuando Franco estaba cazando con su hija en el monte de El Pardo, le explotó el cañón de su escopeta. El accidente le produjo una fractura abierta del segundo metacarpiano y del dedo índice, y heridas en la mano derecha. Hasta 1963, con 71 años, se podía decir que su salud era inquebrantable, sólo empañada por problemas dentales.

Pero, en 1964 se le diagnóstico la enfermedad de Parkinson. A consecuencia de esta enfermedad Franco sufrió un declive físico muy importante, que se puso de manifiesto en el discurso que Franco pronunció el 9 de abril de 1964, ante el Consejo Nacional del Movimiento, con ocasión de la celebración de los XXV Años de Paz.[9]

El Caudillo se empeñó en enumerar los logros conseguidos en todo este tiempo, pero sus palabras apenas fueron comprensibles. Eran los primeros síntomas ostensible de su enfermedad. Franco era incapaz de mantener los ojos abiertos. Como consecuencia del grave deterioro físico de Franco, el gobierno inició una campaña sobre el «excelente estado de salud» del Caudillo. El doctor Vicente Gil que fue su médico personal durante 40 años, hizo numerosas declaraciones en las que afirmaba que Franco se encontraba en inmejorables condiciones. TVE y el NODO lo mostraban jugando al golf, pescando o cazando.

La situación se hizo cada vez más evidente en algunos discursos pronunciados por Franco, por ejemplo, el discurso de 22 de noviembre de 1966, con ocasión de la presentación de la Ley Orgánica del Estado ante las Cortes. Cuando fue aplaudido al entrar en el hemiciclo, Franco tenía una mirada desorientada, sólo braceaba con el miembro superior derecho y llevaba la cabeza inclinada hacia delante. La lectura de su discurso fue con un volumen apagado, sin ritmo ni entonación.

Su enfermedad era un secreto a voces y no fue reconocida por el régimen hasta julio de 1974. Se guardó en el más absoluto de los secretos durante diez años, aunque el temblor de su mano derecha evidenciaba ante los ciudadanos la realidad. No se hizo oficial hasta unas semanas más tarde, como cuenta en sus memorias el Dr. Pozuelo, segundo médico oficial de Franco tras el cese del Dr. Vicente Gil. Relata que el 31 de julio de 1974, fecha en la que él acababa de tomar posesión de su nuevo cargo, en una reunión de médicos con la familia Franco se leyó un informe médico en el que, por primera vez, se afirmaba que Su Excelencia padecía Parkinson por esclerosis vascular.

Discurso del 30 de diciembre de 1969


A las diez de la noche, S.E. el Jefe del Estado se dirigió a la nación, a través de los micrófonos de Radio Nacional de España y de las pantallas de Televisión Española, en su ya tradicional mensaje de fin de año, en el que confirmó que deseaba a continuar en el gobierno:


Al trasponer ahora la puerta de otra década, frente a ese velo que cubre siempre los designios de Dios, confiamos en seguir avanzando, bajo su protección, por el camino derecho y en cubrir nuevas etapas de la vida y el progreso de la nación (…)

Respecto a la sucesión a la Jefatura del Estado, sobre la que tantas maliciosas especulaciones hicieron quienes dudaron de la continuidad de nuestro Movimiento, todo ha quedado atado, y bien atado, con mi propuesta y la aprobación por las Cortes de la designación como sucesor a título de Rey del Príncipe Don Juan Carlos de Borbón.

Dentro y fuera de España se ha reconocido, tanto con los aplausos como con los silencios, la prudencia de esta decisión trascendental. Nuestros descendientes comprobarán que la nueva Monarquía española ha sido instaurada en virtud de dos votaciones populares reiteradas en el plazo de veinte años, en el referéndum nacional de 1947, que aprobó la Ley de Sucesión y en el de 1966, que refrendó la Ley Orgánica del Estado (...)

Como dije en la memorable sesión del 22 de julio último, la sucesión a la Jefatura del Estado constituirá en el futuro un hecho normal que viene impuesto por la condición perecedera de los hombres. Si Dios nos sigue otorgando su protección, de la que tan señaladas muestras tenemos, la decisión adoptada en ese día como una prudente previsión del futuro aceptada por la nación, librará a España de las dudas y vacilaciones que pudieran suceder cuando mi Capitanía llegase a faltaros.

La permanencia inalterable de los Principios del Movimiento, la solidez del sistema institucional del Estado y la designación y juramento prestado por el Príncipe de España, de cuya lealtad y amor a la Patria ha dado sobradas pruebas, son firme garantía de la continuidad de nuestra obra. Con la ayuda de Dios y la buena voluntad de los españoles, nuestros hijos y nietos tienen asegurada la estabilidad política de la nación (...)

Mientras Dios me dé vida estaré con vosotros trabajando por la Patria. ¡Arriba España!

Algunas ideas esenciales del pensamiento de Franco

La base ideológica de la España nacional se puede resumir en un sencillo esquema: España, la tradicional, la Imperial, la de siempre, ha vencido a la anti España, a los enemigos de la Patria en una Cruzada, dirigida por el glorioso Caudillo. Entre las «ideas esenciales» de Franco, Juan Pablo Fusi 1destaca:

1) Una teoría nacional-militarista que hacía del Ejército la encarnación del patriotismo y la garantía última de la unidad nacional, en un contexto en el que la monarquía liberal de 1976-1923 se identificaba con la decadencia histórica de España puesta de manifiesto en la derrota de 1898 frente a los Estados Unidos.

2) La creencia de que la acción militar en Marruecos devolvería al Ejército el prestigio perdido en 1898 y revitalizaría los ideales del patriotismo español.

3) La idea de que la historia española legitimaba el intervencionismo militar en defensa del orden nacional y como salvaguardia última de la «supervivencia de la Patria.

CONCLUSIONES

Según la particular visión histórica de Franco, el permanente combate contra los enemigos de España (los del contubernio judeo-masónico-comunista) lo justificaba todo: la terrible dureza, y la prolongación de la contienda civil –aún después de finalizada la guerra el 1 de abril de 1939– la brutal represión de la posguerra, el racionamiento, el frío, la tuberculosis, el «acoso» internacional –sobre todo las campañas de prensa contra la dictadura– y su dilatada, pero –para Franco–, absolutamente necesaria permanencia en el poder, etc. En estas ideas se han apoyado algunos autores para justificar sus posiciones  revisionistas.


REFERENCIAS


AUTHOR

Author –

* Juan José Morales Ruiz,

Doctor en Ciencias de la Información por la Universitat Autónoma de Barcelona. Ha sido profesor del Máster de Historia de la Masonería en España y América en el Departamento de Historia del Derecho y las Instituciones, en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Y profesor de Historia Contemporánea de España del Departamento de Historia Contemporánea de la Facultad de Geografía e Historia de la UNED. Es miembro del Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española (CEHME) de la Universidad de Zaragoza. Y se ha especializado en el estudio del discurso antimasónico y la represión de la masonería en la guerra civil española y durante el franquismo. En esta misma colección es autor de Palabras Asesinas. El discurso antimasónico en la guerra civil española.
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[1] De algunos historiadores revisionistas que se apoyan en las “tesis” de Franco para explicar la Segunda República; la guerra civil y el propio franquismo –sin llegar a ser exhaustivos- merece la pena destacar, a título de ejemplo, los siguientes autores, y algunas de sus obras: Ricardo De La Cierva, 1939 agonías y Victoria, Barcelona, Planeta,1989; Ricardo De La Cierva, Franco, la historia: después de la venganza, la mentira, la calumnia y la incompetencia, Madrid, Fénix 2000; Ricardo De La Cierva, Historia de la guerra civil española, Madrid, Fénix, 2006; Pío Moa, Los mitos de la guerra civil, Madrid, La Esfera de los libros, 2022; Arturo Pérez-Reverte, Una historia de España Barcelona De Bolsillo, 2022; César Vidal,  Recuerdo 1936. Historia oral de la guerra civil, Madrid, Anaya, 1996; y César Vidal, La guerra que ganó Franco, Barcelona, Planeta, 2006.

[2] Heraldo de Aragón, Zaragoza, 20 de Julio de 1937. Segundo Año Triunfal.

[3] Juan José Morales Ruiz, Palabras Asesinas. El discurso antimasónico en la guerra civil española, Oviedo: Masónica, 2017: 513-519

[4] Pronunciado, en Madrid el 19 de mayo de 1939, a través de Radio Nacional de España. Francisco Franco Bahamonde, Palabras del Caudillo, Madrid: Vicesecretaría de Educación Popular, 1943: 99-103.

[5] Juan José Morales Ruiz, Franco y la Masonería, Un terrible enemigo que no se rinde jamás, Oviedo, Masónica, 2022: 444 a 446.

[6] Ibídem. Páginas 369 a 383.  

[7] Discurso de Franco pronunciado el 12 de diciembre de 1966.

[8] Franco había nacido en el Ferrol (La Coruña), el 4 de diciembre de 1892.

[9] Javier Freundlich, El Parkinson “secreto” de Francisco Franco, NEUROfriendly, 29 agosto, 2017