Journal of Multidisciplinary Studies in Human Rights & Science (JMSHRS)
Volume 6, Issue 4, July 2024 | SDGs: 4 | 10 | #RethinkProcess
ORIGINAL SOURCE ON: https://knowmadinstitut.org/journal/
DOI: 10.5281/zenodo.12608235
Volume 6, Issue 4, July 2024 | SDGs: 4 | 10 | DOI: 10.5281/zenodo.12608235
Interpretación De Los Elementos Acuáticos Asociados Al Monumento 21 De Chalchuapa y Su Relación Con Las Deidades Chalchiuhtlicue y Tlaloc
Diego F. González*
ES | Abstract:
El siguiente artículo de investigación aborda la significativa interpretación de los elementos acuáticos en el contexto del monumento 21 de Chalchuapa (El Salvador), un sitio arqueológico mesoamericano de gran relevancia histórica y cultural. El enfoque central se dirige hacia la veneración de las deidades Chalchiuhtlicue, la diosa del agua que corre, y Tlaloc, el dios de la lluvia. A través de una exhaustiva exploración documental y una profunda revisión de la iconografía y artefactos relacionados, este estudio busca arrojar luz sobre el papel crucial que estas deidades acuáticas desempeñaron en la cosmovisión y las prácticas religiosas de la civilización mesoamericana. Además, se analiza su influencia en la gestión de los recursos hídricos y la comprensión de la relación entre la humanidad y la naturaleza en un entorno arqueológico tan único como Chalchuapa.
Palabras Clave: Arqueología posprocesual, arqueología simbólica, Etnósfera, Mesoamérica, Agua, ODS 4, ODS 10.
EN | Abstract:
The following paper tackles the significant interpretation of the aquatic elements in the context of monument 21 of Chalchuapa, a Mesoamerican archaeological site of great historical and cultural relevance. The central focus is targeted towards the veneration of the deities Chalchiuhtlicue, goddess of running water, and Tlaloc, god of rain. Through an exhaustive documental exploration and a profound review of the decorations and artifacts related, this study looks to shed some light over the crucial role that these aquatic deities had in the worldview and the religious practices of the Mesoamerican civilization. Furthermore, the influence and management of water resources shall be analyzed as well as the comprehension between humanity and nature in an archaeological environment as unique as Chalchuapa.
Keywords: Post-processual Archaeology, Symbolic Archaeology, Ethnosphere, Mesoamerica, Water, SDG 4, SDG 10.
La arqueología salvadoreña se ha venido desarrollando por casi 173 años (Cobos, 1995), desde los primeros viajeros y diplomáticos hasta las intervenciones académicas por extranjeros y la formación académica de arqueólogos salvadoreños dentro del territorio nacional. En todo ese tiempo, han existido hitos que han marcado la identidad arqueológica salvadoreña, que no solo atañe a los arqueólogos, sino a cada ciudadano: desde lo mueble, como el disco del jaguar utilizado por el Banco Cuscatlán, hasta lo inmueble, como la estructura B1-1, conocida también como la pirámide de Tazumal, que aparece en el extinto billete de cien colones. Uno de los más grandes referentes de la cultura nacional es el Museo Nacional de Antropología Dr. David J. Guzmán (en adelante, MUNA), el cual alberga dentro de su colección varios elementos que han despertado el interés y la admiración de generaciones enteras en sus 140 años de existencia. Uno de estos elementos, y que ha estado desde la fundación del museo, es el monumento conocido como “Estela del Tazumal”. Este nombre fue dado por Anderson en la investigación de Chalchuapa de Robert Sharer en 1978, y será utilizado en el presente escrito. Han existido otros nombres, más apegados al momento donde la arqueología estaba altamente cargada de romanticismo, ficción y fantasía, como “La Reina o la Virgen del Tazumal” (Lardé y Larín, 1959); aunque hoy se le conoce como “Estela del Tazumal”, para el presente escrito se le denominará como “monumento 21”.
Este estudio no pretende ser exhaustivo ni mucho menos presentar una interpretación definitiva de qué es el monumento 21. Lo que sí pretende es divulgar elementos que generen discusión sobre un importante elemento escultórico-lítico que no se ha analizado detalladamente por más de 64 años. El monumento 21 es un claro ejemplo de que la arqueología salvadoreña puede desarrollarse desde las colecciones existentes, hacer un riguroso estudio documental y echar mano de otras vertientes epistemológicas de la arqueología, más allá del materialismo y del descriptivismo.
Otro de los cometidos de este escrito es divulgar el saber arqueológico más allá de la esfera academicista salvadoreña y hacerlo parte del imaginario colectivo, coadyuvando a la generación de identidad y pertenencia en varias dimensiones: la local en Chalchuapa, la regional en el occidente del país, la nacional en el territorio salvadoreño y la transnacional a todos los salvadoreños y descendientes de estos en varias partes del mundo.
Finalmente, es menester de cualquier investigador someter sus hallazgos a la palestra y ser sometidos a discusión y, por qué no, al falseo de los mismos; de lo contrario, se caería en un estatismo académico. Actualmente, el monumento 21 le da la bienvenida, como lo ha hecho desde el 2001, a todos los visitantes del MUNA, estoico y sin mayor historia que contar a pesar de haber sido testigo de grandes acontecimientos como las redes comerciales de Chalchuapa, el desarrollo arquitectónico de Tazumal, el evento volcánico de Ilopango y la pujanza del asentamiento prehispánico luego de este hasta el decaimiento y abandono del sitio monumental. También fue testigo del inicio del MUNA en 1883 a manos del Dr. David J. Guzmán, artífice de esa institución, y del Dr. Santiago Barberena. Formó parte de la colección en las distintas encarnaciones del museo, iniciando en la Universidad de El Salvador en el centro capitalino a principios del siglo XX, hasta su actual morada en la Colonia San Benito en 1962. Es menester compartir parte de esas historias y, simbólicamente, brindarle una voz a un vestigio monolítico que comparta algunas de sus historias.
El monumento 21 de Chalchuapa es un claro ejemplo de por qué la arqueología científica es importante para intervenir un sitio arqueológico, ya que su naturaleza es destructiva e irreversible y, sin los controles adecuados, toda la información se perderá irrevocablemente. Además, hay que alejarse de la perspectiva romántica que considera que lo único importante para la arqueología es la recuperación del artefacto, dejando de lado el contexto, ya que es este quien proporciona elementos complementarios para el estudio de gabinete, el cual se efectúa luego de haber finalizado la etapa de campo.
La mención bibliográfica más temprana del monumento la hace el Dr. Santiago Barberena en su trabajo “Monografías Departamentales”, puntualmente en la del Departamento de Santa Ana (Barberena, 1910, como se citó en Lardé y Larín, 1959). Situándola cronológicamente a finales del siglo XIX, probablemente para el año 1892; desafortunadamente, no se tiene mayor precisión de su contexto dentro del sitio arqueológico más allá de lo que afirma Barberena (ibid.) y confirmado por Anderson (1978), que el monumento estaba “en la pendiente occidental de la estructura B1-1”.
Luego de la publicación hecha por Barberena, le siguen otras, pero ninguna con mayor profundización del estudio del monumento 21, siendo estas las de Boggs (1944), Lardé y Larín (1959), Anderson en Sharer (1978), Demarest (1988) y Fowler (1995).
La arqueología es una disciplina en constante evolución que pretende reconstruir el pasado a través de los restos materiales dejados por civilizaciones anteriores. Dos enfoques teóricos destacados que han influido en su desarrollo son la arqueología posprocesual y la arqueología simbólica. Estas perspectivas han enriquecido nuestra comprensión de cómo interpretamos y reconstruimos el pasado a partir de los vestigios materiales. A continuación, se presenta un marco teórico conceptual que explora estos enfoques y sus interconexiones.
La arqueología posprocesual surge en contraposición a las perspectivas procesuales anteriores, en las que la cultura material era considerada pasiva (Renfrew & Bahn, 2008), y que enfocaban principalmente la investigación arqueológica en la reconstrucción objetiva y descriptiva de los eventos pasados. La arqueología posprocesual se caracteriza por su énfasis en la subjetividad, la interpretación y la consideración de factores culturales y sociales en la interpretación del registro arqueológico. Los arqueólogos posprocesuales critican la supuesta objetividad de las interpretaciones anteriores y argumentan que la subjetividad y las percepciones individuales son inherentes a la investigación arqueológica.
El enfoque posprocesual también resalta la importancia de considerar el poder, la ideología y las relaciones de género en la interpretación arqueológica. Los arqueólogos posprocesuales buscan entender cómo las sociedades pasadas construyeron significados a través de la cultura material y cómo estas representaciones simbólicas pueden influir en nuestras interpretaciones modernas.
La arqueología simbólica se centra en la interpretación de los aspectos simbólicos y culturales de los vestigios arqueológicos. La arqueología simbólica sostiene que los artefactos y los paisajes son portadores de significados profundos que reflejan las creencias, valores y sistemas de representación de las sociedades pasadas. Esta perspectiva considera que la cultura material es un lenguaje que puede ser descifrado para comprender las nociones abstractas y las expresiones simbólicas de las comunidades antiguas.
Los arqueólogos simbólicos buscan desentrañar los códigos culturales y los mensajes transmitidos a través de la iconografía, los rituales y otros elementos simbólicos. Este enfoque no solo busca interpretar el significado de los símbolos en sí mismos, sino también comprender cómo estos símbolos estaban arraigados en contextos sociales, políticos y económicos más amplios.
Tanto la arqueología posprocesual como la arqueología simbólica enfatizan la importancia de considerar la subjetividad y los aspectos culturales en la interpretación arqueológica. Ambas perspectivas reconocen la complejidad de las sociedades pasadas y abogan por un enfoque más reflexivo y contextualizado en la investigación arqueológica. Al integrar estos enfoques, los arqueólogos pueden revelar tanto las dimensiones simbólicas como las relaciones sociales subyacentes en el registro arqueológico, lo que lleva a una comprensión más rica y matizada del pasado humano.
La zona arqueológica de Chalchuapa se encuentra ubicada en la ciudad y municipio de Chalchuapa, a 16 kilómetros al oeste de la cabecera departamental Santa Ana y a 73 kilómetros al oeste de la ciudad capital San Salvador (Centro Nacional de Registros & Instituto Geográfico Nacional "Ing. Pablo Arnoldo Guzmán", 1985). Su ubicación está entre los 13°59’72’’ latitud norte y los 89°40’48’’ longitud oeste, y situada a 710 m.s.n.m. Se encuentra enmarcada en lo que se denomina la frontera sur de Mesoamérica dentro del triángulo de relaciones político-económicas integrado por Chalchuapa, Copán y Kaminaljuyú.
Figura 1: Mapa de la región Mesoamericana y la ubicación de Chalchuapa. Mapa sin escala adaptada por el autor. |
El Período Clásico mesoamericano (200-900 e.c.) se caracteriza por el apogeo de las civilizaciones, comenzando con un crecimiento de las urbes y la sofisticación de la arquitectura monumental, como lo denotan los conjuntos cívico-religiosos planificados y orientados (Manzanilla, 1993). También se destaca la especialización de la cerámica y la lítica. Asimismo, hubo un considerable avance en las ciencias y la agricultura, fomentando el crecimiento demográfico, como lo muestra el registro arqueológico de las áreas urbano-domésticas. También se intensificó el comercio con nutridas y variadas rutas de comercio, así como la hegemonía de Teotihuacan y las ciudades-estado mayas.
Para el caso de El Salvador, el Período Clásico se ve afectado por la erupción de la caldera del volcán de Ilopango para el año ±539-540 e.c. (R. Dull, comunicación personal, 7 de febrero de 2024). A pesar de esta catástrofe, el asentamiento de Chalchuapa continuó, ya que la excavación de la pirámide principal de Tazumal (B1-1) por Stanley Boggs en la década de 1940 descubrió un estrato de ceniza blanca de unos 20 centímetros de espesor que fue reacomodado para verter un nuevo repello de barro, lo que sugiere una continuidad de ocupación (Amaroli, 2015). La erupción pudo generar un descenso en la población y en la construcción monumental, así como una disminución en la estrecha relación con Kaminaljuyú y otros sitios de tierras altas en Guatemala, pero la continuidad de cerámicas del Preclásico Tardío y del Clásico Temprano denotan la pujanza de Chalchuapa (Fowler, 1995).
Figura 2: Estructura B1-1 vista del Oeste. |
Robert Sharer propuso en su estudio de Chalchuapa la Fase Payu, que abarca del 650-900 e.c. y representa el complejo cerámico del Clásico Tardío en Chalchuapa (Amaroli, 2015). Este incluye la cerámica de los grupos Copador y Gualpopa, sugiriendo una relación con Copán (Amaroli, 2015; Fowler, 1995). Por lo antes expuesto, se sugiere que el monumento 21 pertenece a la Fase Payu.
El sitio arqueológico Tazumal es uno de los más importantes de la zona arqueológica de Chalchuapa y del occidente de El Salvador. El sitio arqueológico consta de seis estructuras, pero solo cuatro han quedado en pie luego de los cambios urbanísticos de la ciudad de Chalchuapa: la pirámide principal (B1-1), una segunda pirámide adosada al extremo suroeste de la B1-1 y los dos largueros de un juego de pelota. La estructura principal data del período Clásico, iniciando su construcción en el Clásico Temprano y terminando en el Clásico Tardío. En cuanto a sus relaciones políticas, se cree que Tazumal mantuvo vínculos con otros centros políticos mayas, como Copán en Honduras y Kaminaljuyú en Guatemala, así como con Teotihuacan en el centro de México (Fowler, 1995).
Estas relaciones pueden haberse manifestado a través de alianzas matrimoniales, intercambios diplomáticos y posiblemente conflictos militares. Sin duda alguna, Tazumal tuvo una preponderancia política, puesto que en las investigaciones se han encontrado más de 20 entierros con ofrendas que lo conectan con Teotihuacan: incensarios, así como cerámica Copador y Gualpopa (Ibid.).
El monumento 21, lamentablemente, no tiene un registro de contexto arqueológico detallado a partir de una excavación sistemática ni académica, por lo que los registros se basan en especulaciones y relatos orales de los habitantes de la zona documentados por Santiago Barberena (Lardé y Larín, 1959). Si se toman como verídicas dichas declaraciones, entonces la ubicación detallada por Barberena indica que “estaba al pie del flanco occidental” (Ibid.) y probablemente en la superficie (Anderson, 1978), ya que esa zona fue severamente depredada por lugareños, quienes utilizaron los restos de la estructura como cantera de piedra y de tierra para adobes para las construcciones de la ciudad.
Figura 3: Vista hacia el sureste (izquierda) y hacia el sur (derecha) de la estructura B1-1 antes de las intervenciones arqueológicas de Stanley Boggs. Sin fecha. Puede verse la hendidura en la cima de la pirámide (izquierda) y las trincheras en la pendiente norte (derecha) fruto de la extracción de tierra y piedras para la construcción de casas en Chalchuapa.
El monumento 21 puede ser la continuación de un complejo arquitectónico/ceremonial que se practicó en Chalchuapa desde el Preclásico Tardío y que es muy significativo del área Maya (Ichikawa et al., 2009). Se trata del complejo estela-altar. La mayor diferencia de este complejo en el área de Chalchuapa con el monumento 21 es que:
Figura 4: Ubicación de la estela lisa y altar frente a la escalinata de la Estructura 5 de Casa Blanca. Tomado de Ichikawa, adaptado por el autor.
Referente a su disposición espacial, se sugiere que estuvo frente a una de las dos escalinatas de la estructura B1-1, ya sea la escalinata de acceso a la gran plataforma (marcado como “2”) o en la escalinata de la pirámide (marcado como “1”). Esta ubicación se infiere por lo descrito anteriormente por Barberena y Anderson, así como el complejo estela-altar que se encuentra justo al pie de la escalinata de la estructura 5 de Casa Blanca.
Figura 5: Ubicación propuesta para el monumento 21. Tomado de: Juan Miguel - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=124253486 adaptado por el autor.
Stanley Boggs (1944) sugiere que el monumento 21 estaba en la base de la plataforma debido a que en la fase constructiva más tardía no había un espacio en la base de la escalinata sobre la plataforma, ya que había un bloque que sobresalía hacia el este. Él sugiere también que una figura de semejantes dimensiones y peso sería más lógico que se colocase en la base y no sobre la estructura.
Figura 6: En azul se marca el lugar aproximado donde se encontró al monumento 21. Tomado de Sharer, 1978 adaptado por el autor. |
Para el estudio del monumento 21 se realizó un estudio documental que consistió en recopilar la mayor cantidad de bibliografía, impresa y digital, que incluyera los siguientes criterios:
El material se leyó, sistematizó y utilizó como referencia para sustentar las ideas del presente escrito. También se realizó una visita a las instalaciones del MUNA el día 2 de agosto de 2023, en la cual se procedió a realizar una sesión fotográfica bajo distintos tipos de luz natural y artificial del monumento 21.
Haciendo un barrido cefalocaudal (de cabeza a pies) del monumento 21, se encuentra la primera referencia al agua: un tocado con la efigie del dios de la lluvia, Tlaloc.
Figura 7: Detalle del tocado del monumento 21 y una ilustración de Tlaloc según el Códice Magliabechiano. |
La caracterización es innegable, ya que en él destacan los ojos circulares, los bigotes terminados en volutas y los colmillos salientes, aunque en el tocado se encuentran cortados u ocultos por el cabello del personaje. Es interesante considerar que se encuentre en el extremo más alto, coronando el monumento, puesto que denotaría la proximidad de la deidad con el cielo, las nubes y la lluvia.
Continuando con el barrido se encuentra el segundo elemento relacionado al agua, que consiste en una decoración larga sostenida por el brazo derecho del personaje. Este podría tratarse de un chicahuaztli, un idiófono prehispánico. Los idiófonos son aquellos instrumentos que tienen sonido propio gracias a la vibración de su propio cuerpo (Extrema Percusión ESPJ, 2023), y para el caso de chicahuaztli consistía en un tronco de madera hueco y relleno de semillas que, al inclinarlo, emulaba el sonido de la lluvia. Regularmente se le asocia a Xipe Totec, pero también a otras deidades acuáticas, incluida la diosa de las aguas que corren y la fecundidad (Gómez, 2008), Chalchiuhtlicue, que guarda una relación muy estrecha con Tlaloc, ya que en algunos relatos mesoamericanos se le identifica como su hermana (De Sahagún, 2006) y en otros como su esposa (González Torres, 1995).
Figura 8: Chicahuaztli sostenido por el brazo derecho de la figura (izquierda), chicahuaztli encontrado en la ofrenda 141 del templo mayor (centro), músico interpretando el chicahuaztli según el códice Borbónico en un contexto de adoración a Tlaloc (derecha). |
La relación del ideófono con la fecundidad la resalta Gómez (2008), tal cual se ve en el Códice Borgia, donde se aprecia a Xipe Totec sosteniendo un chicahuaztli en su mano derecha. Xipe Totec tiene una doble caracterización: la más conocida como una deidad bélica y la otra como una deidad de la fertilidad, ya que la piel de la deidad representa la naturaleza latente y exuberante, esperando que la piel desollada lentamente se descomponga y caiga, dando paso al reverdecimiento del campo con las primeras lluvias del año. La otra relación de fecundidad se da cuando aparece en medio de una pareja, la primera entre los humanos (Ibíd.). Esta primera pareja se llamó Huehue (FAMSI - John Pohl - Libros antiguos - El Grupo Borgia - Códice Ríos, s.f.), que en náhuatl significa “viejo” (Huehue - Gran diccionario Náhuatl, s.f.).
Figura 9: Xipe Totec sosteniendo un chicahuaztli en su mano izquierda. Detalle del Códice Borgia, lámina 61 | Figura 10: La primera pareja de humanos cubiertos con una manta con un chicahuaztli erguido entre ellos. Detalle del Códice Borgia, lámina 9. |
En náhuatl existen dos palabras para referirse al idiófono: chicahuaztli, que está asociado a Xipe Totec, y ayauhchicahuaztli para las deidades relacionadas al Tlalocan: Tlaloc, Chalchiuhtlicue y los Tlaloques (Couvreur, 2011, como se citó en Pugliese, 2021). Por lo tanto, se utilizará la última. El ayauhchicahuaztli podría estar relacionado con una figura fálica en su dimensión reproductora: en primer lugar, se utiliza como instrumento para llamar al agua de lluvia (elemento fecundador masculino - semen) y que caiga sobre la tierra (elemento fecundador femenino - óvulo); en segundo lugar, se rellena de semillas que son elementos de reproducción y garantía de una nueva cosecha, una nueva vida; y tercero, como el intermediario de las aguas celestiales pertenecientes a Tlaloc y su impacto sobre la tierra, generando flujos y escorrentías relacionadas a Chalchiuhtlicue.
Bajo la premisa de que el idiófono es un instrumento relacionado al agua y la fertilidad, se propone una relación entre Tlaloc y Chalchiuhtlicue en el monumento 21. Vale la pena analizar la descripción hecha por De Sahagún (2006) sobre el atavío de Tlaloc, en la que lo describe portando un escudo con un nenúfar, una planta acuática. A Chalchiuhtlicue la describe también con un escudo de nenúfar y un palo de sonajas (Ibíd.). Viendo el extremo superior del ayauhchicahuaztli del monumento 21, resaltan ciertas características que asemejan a una flor de cuatro pétalos. Cabe mencionar que, para observar este elemento, es necesario iluminarlo en cierto ángulo para que resalte. Esta flor podría ser el nenúfar del que hablaba Sahagún, ya que es una flor acuática que se dio en Mesoamérica relacionada también a estados alterados de la conciencia por tener alcaloides como la apomorfina, nuciferina y norunuciferina (Schultes et al., 2010). Este elemento arrojaría todavía más cercanía entre las dos deidades presentes en el monumento 21. Podría tratarse también de un quincunce, el axis mundi de muchas civilizaciones mesoamericanas como la Teotihuacana.
Figura 11: Representación de Tlaloc (izquierda) y Chalchiuhtlicue (derecha) en el Códice Florentino. Destaca el escudo de Tlaloc y el sonajero de Chalchiuhtlicue. |
Esto uniría al monumento 21 y Chalchuapa, con Teotihuacán, la gran civilización del centro de México durante el Período Clásico. Lastimosamente, por el estado de conservación, muchos de los detalles se han desgastado, por lo que no se puede ver claramente, pero deja una duda razonable.
Figura 12: Posible representación de la flor de cuatro pétalos del monumento 21 (izquierda); flor de 4 pétalos Teotihuacana (centro); nenúfar [nymphaea mexicana] (derecha). |
El siguiente elemento simbólico está en la parte inferior del monumento 21, puntualmente en la tela frontal que cae del vestuario del personaje representado. En este se puede ver una pirámide escalonada que, en la tradición mesoamericana, alude a una montaña “artificial” hecha por el ser humano, pero que no pierde las atribuciones sagradas.
Figura 13: Detalle de la pirámide escalonada en el monumento 21. |
Las pirámides que tenían un templo en su cúspide fueron proyectadas para imitar a los cerros del entorno natural humanizando lo sacro (Plunket & Uruñela, 2012). Un claro ejemplo de una pirámide que emula una montaña se tiene en Teotihuacán, donde la pirámide del sol replica la silueta del cerro Patlachique.
Figura 14: Pirámide del sol (primer plano) y cerro Patalachique (segundo plano). Nótese la similitud en la silueta de ambos. |
La pirámide-cerro, en contexto con los otros elementos decorativos presentes, se puede relacionar al cerro sagrado donde Tlaloc vive y gobierna: el Tlalocan. Dicho lugar se encontraba al oriente y era el sitio donde iban las almas de aquellos que había muerto ahogados (González Torres, 1995) o por cualquier otra muerte por sumergimiento. Esto queda evidenciado en el mural de Tepantitla, Teotihuacan, donde se ve el Tlalocan con agua brotando de su interior, al igual que una celebración perpetua, ya que todos los presentes gozaban de abundancia.
Figura 15: Mural de Tepantitla que muestra el Tlalocan y una serie de individuos en estado lúdico y de perpetua felicidad.
Queda claro que Tlaloc está asociado con las cimas de las montañas por el hecho de que se pensaba que era allí dónde nacían las lluvias, en especial cuando las nubes cubrían completamente la cúspide, haciendo referencia al Ayauhcalli o casa de las nieblas.
Aunque pertenece a una temporalidad y filiación cultural distinta, se puede ver evidencia de la relación cerro-dios de la lluvia en el estilo Puuc del área maya, en cuyos mascarones se puede ver representado, tanto como en su encarnación maya (Chaac) como en su encarnación centro mexicana (Tlaloc). Esto tendría mucha lógica, puesto que las montañas y cerros son centros de captación de agua y, aunque una pirámide es una montaña artificial, no pierde el carácter de habitáculo del dios de la lluvia indiferente de su concepción cultural.
Figura 16: Representación de 4 Chacs y un Tlaloc en el Cuadrángulo de las monjas foto de Isabel Mercado Archila (izquierda) Dibujo de Frederick Catherwood de la entrada o teocalli de la Pirámide del Adivino en Uxmal flanqueada por representaciones de Chac (derecha). |
El último elemento decorativo asociado al agua es la presencia del collar y brazalete del monumento 21. Si bien es una especulación, dadas las otras características acuáticas presentes, hace pensar que las cuentas de dicha joyería son jades. El jade está íntimamente relacionado con el agua, como lo evidencia la diosa Chalchiuhtlicue, cuyo nombre en nahuatl significa “falda de jades” y se le asocia a las aguas fluidas de los ríos.
Incidentalmente, Chalchuapa, el lugar de donde procede el monumento 21, es un nombre en nawat y se puede descomponer en “chalchu” que viene de “chalchiwit” o jade y “apa” que viene de “apan” o río (Hernández, 2016). Chalchuapa se traduciría como “río de jades”, haciendo alusión a la enorme cantidad de este producto (Hernández, comunicación personal).
Figura 17: Monumento 21 con collar y brazalete de jade resaltados por el autor con color verde. |
Referente a Tlaloc, el jade está asociado a las aguas que brotan desde las montañas: las lluvias. Una evidencia de esto lo sugieren López Austin y López Luján (2004) cuando mencionan las ofrendas de la cámara 3 del Templo Mayor, en las cuales se encontraron ollas con piedras de jade. Estas se encontraban volcadas y las cuentas de jade estaban sobre un cajete, como si el agua saliera y “vertieran la lluvia sobre la faz de la tierra”. López Luján (1997) explica aún más la relación de las ollas y las piedras verdes con Tlaloc al sugerir la íntima relación de las primeras con la recolección y almacenamiento de agua, así como también la colocación horizontal de las ofrendas, de las que brotan las piedras verdes/agua emulando a los Tlaloques. En la mitología mexica, los Tlaloques son los ayudantes de Tlaloc que se encargan de repartir la lluvia que se guarda en vasijas.
Figura 18: Ofrenda 43 de la cámara 3 del Templo Mayor (izquierda) con cuentas de jade saliendo de la boca de la olla como agua. Lámina 35 del Códice Borbónico (derecha) en el cual se puede ver a Tlaloc y Chalchiuhtlicue (?) en el Ayauhcalli. Nótese que la ilustración está intencionalmente dibujada horizontalmente. |
Esta relación del jade como agua que brota de la olla queda fundamentada en el Códice Borbónico. Justamente, se puede ver en las láminas 24, 25 y 35 cómo Tlaloc mora en Ayauhcalli en la cima de la montaña, pero destaca el hecho de que las ilustraciones fueron hechas horizontalmente, dando a entender que la montaña es un receptáculo hueco que recoge y brinda agua, justo como la olla de la ofrenda 43. En la lámina 35, Tlaloc se ve acompañado de otra figura, posiblemente se trate de su esposa Chalchiuhtlicue.
Figura 19: Detalle de la lámina 5 del Códice Borbónico que tiene la representación de dos Tlaloc. El de la izquierda se ve sentado en una montaña de la cual brota abundante agua. Imagen modificada por el autor |
La hipótesis que se propone es que el monumento 21 es un receptáculo simbólico para distintas alusiones al agua incluidas dentro del paisaje chalchuapaneco prehispánico en su dimensión divina, es decir, una fusión de las deidades Tlaloc y Chalchiuhtlicue. Esta idea ha sido sugerida por Fiona Pugliese (2021), basada en lo propuesto por Alfredo López-Austin sobre la fusión de deidades. Pugliese refiere a la “Piedra del Maíz” de Xalapa, Veracruz, en la que se puede apreciar a Tlaloc con una figura aún no determinada, que podría ser Chalchiuhtlicue según García Payón y Westheim (Solís, 1981, como se citó en Pugliese, 2021). Esto situaría a las dos deidades en equidad proporcional para el Posclásico Tardío (1200-1521 d.C.).
Figura 20: “Piedra del Maíz” que representa a Tlaloc y, posiblemente, a Chalchiuhtlicue. Fuente: Dibujo de Nicolas Latsanopoulos |
Para el caso del monumento 21 se pueden rescatar el tocado de Tlaloc y las cuentas de jade como simbologías de ambas deidades, así como también el contexto porque Chalchuapa tiene varias fuentes de agua, algunas de las cuales están en las inmediaciones del sitio arqueológico Tazumal, lugar donde fue encontrado el monumento 21.
Figura 21: Mapa aéreo de Chalchuapa donde se muestran lugares de interés.
1. Sitio arqueológico Tazumal
2. Sitio arqueológico Laguna Seca
3. Laguna Cuscachapa
4. Sitio arqueológico Casa Blanca
Como se muestra en el mapa, se ve la cercanía de Tazumal (1) con Laguna Seca (2) y Laguna Cuscachapa (3), ambos de importancia arqueológica-hídrica ya que fungieron como centros de abastecimiento de agua, así como depositarios de ofrendas. Laguna Cuscachapa y Laguna Seca, según los restos materiales encontrados, tienen una ocupación humana que se extiende desde el Preclásico Tardío hasta el Posclásico, aunque la mayor densidad de ocupación la tuvieron en el Clásico Tardío y el Posclásico Temprano (B.A. Anderson, 1978), por lo que coinciden con la temporalidad sugerida para el monumento 21.
Infortunadamente, por el estado de conservación del monumento 21, muchos rasgos no son del todo claros, en especial el rostro, por lo que algunas decoraciones características de Chalchiuhtlicue como la nariguera serpentiforme o de turquesa, tal cual lo apunta Pugliese (2021), no se pueden definir. Tampoco se pueden observar a simple vista colores asociados como el amarillo y el rojo y las bandas negras y rojas en las mejillas (Ibíd.). Sin embargo, en una fotografía del Museo Peabody de la Universidad de Harvard, se pueden ver los detalles en relieve del monumento 21 pintados con tiza en color blanco (una práctica bastante común a comienzos del siglo XX), donde se puede ver el ensanchamiento de la nariz, desde su puente a unas proporciones descomunales.
Otro detalle que resalta del monumento 21 es lo que aparenta ser una falda con líneas diagonales y un filete de flecos que caen hacia los muslos. Este patrón asemeja mucho a lo representado en el Códice Vaticano B en la lámina 53.
Figura 22: Monumento 21 en exhibición en el Museo Nacional de Antropología a principios del siglo XX marcada con pintura o yeso para resaltar los detalles (izquierda); representación de Chalchiuhtlicue en el Códice Vaticano dibujado por Nicolas Latsanopoulos (derecha), nótese el patrón del vestido y la falda que lleva la figura del monumento 21, también la presencia de la nariguera. |
Tlaloc como Chalchiuhtlicue, están asociados al eje Este-Oeste (Spranz, 2006; De Sahagún, 2006; López-Austin, 1999) el mismo eje donde se encontró el monumento 21 dentro del sitio arqueológico Tazumal.
El monumento 21 deja muchas interrogantes y la única forma en que el cuerpo teórico del quehacer arqueológico avance, como lo hacen otras ciencias, es investigar para luego someter a discusión y generar una crítica dialógica, casi hegeliana; de lo contrario, no se podrían abrir nuevas líneas de investigación ni la aplicación de teorías arqueológicas a la práctica.
Sin duda, hay una relación simbólica entre los elementos acuáticos y el monumento 21, entre los cuales se destacan: la presencia del tocado del dios Tlaloc, el ayauhchicahuaztli que suena como la lluvia que cae, la inclusión de jades en el atavío del personaje relacionados con Chalchiuhtlicue y las aguas fluidas y, por último, el elemento decorativo de montaña como lugar de captación de agua, al igual que es la morada de la pareja de dioses: Tlaloc y Chalchiuhtlicue en el Tlalocan y puntualmente en su palacio en la cima, Ayauhcalli, así como ser el lugar donde nace la lluvia. Su lugar de procedencia tampoco es fortuito ya que su contexto arqueológico ubica al monumento 21 en la base de la pirámide principal de Tazumal, que representa una montaña hecha por el ser humano.
También hay una relación entre los accidentes geográficos acuáticos de Chalchuapa y la figura lítica, por ejemplo, la proximidad de la Laguna Cuscachapa y Laguna Seca con Tazumal. Por el momento, este estudio ha demostrado que existe una relación simbólica entre el agua y las deidades encargadas de proporcionar ese vital líquido a los pobladores prehispánicos de la zona de Chalchuapa durante el Clásico Tardío, y han sido caracterizados en la estela.
AUTHOR
Author –
* Diego Fernando González Argumedo,
Licenciado en Arqueología por la Universidad Tecnológica de El Salvador y Maestro en Museología y Gestión de Museos por el Instituto Iberoamericano de Museología.
ORCID: 0009-0001-1801-8378
Requests to authors – Diego Fernando González Argumedo, [email protected].
WAIVER
ACKNOWLEDGEMENT
Thanks to all those who have contributed to the production of this paper.
DONATE AND SUPPORT SCIENCE & HUMAN DIGNITY
IBAN: DE53 1705 2000 0940 0577 43 | BIC/SWIFT: WELADED1GZE |
TITULAR: Knowmad Institut gUG | BANCO: Sparkasse Barnim
CC BY-NC 4.0 // 2024 - Knowmad Institut gemeinnützige UG (haftungsbeschränkt)
Contact: [email protected] | Register Nr. HRB 14178 FF (Frankfurt Oder)